Ahí
está la vaina. No tiene sentido hablar de un transporte particular. Tampoco el
masivo que está pensado para llevar mercancía. Hablamos de un transporte
masivo, de un gentío que se moviliza para otro territorio, porque allá está la
lluvia, las inundaciones, la papa, el trabajo. Lo primero es que nos
preguntemos ¿de dónde vino el transporte?, ¿por qué apareció? Fue la necesidad
de transportar, en principio, soldados y pertrechos de guerra, después el
producto del botín de guerra y después, cuando la cultura de la guerra se
tecnificó y creó la fábrica, el producto del robo de la plusvalía y la gente
que produce la plusvalía o, mejor dicho, la mercancía que produce la plusvalía.
Por
eso el invento de la rueda, la carreta, el convoy, el tren, el camión, la
gandola, el autobús, el metro, el avión, el barco y todas sus variantes. Pero
cada vez que la necesidad de la guerra inventa algo, entonces nos lo venden
como el sacrificado aporte de los humanos[1] quienes se desviven por la
humanidad, es decir por nosotros los pobres;
la penicilina, la leche, el DDT, la tv, la Radio, Los periódicos, el
cine, Internet o cualquier otro veneno o máquina mortífera; son tan arrechos
que nos entrenan con video juegos en el arte y deseo de la guerra.
Otra
cosa, ¿Por qué la gente vive en un punto sísmico que todo el mundo sabe que es
ahí donde está la falla?, ¿Porque a la gente le gusta?, ¡no!, porque no tiene
otro lado, porque allí la llevó la huida de la guerra, el desalojo del
terrateniente para entonces terminar ahí arrinconada. O posiblemente porque
allí hay o hubo una mina, donde un dueño, un humano, necesita más y por eso
tiene un gentío trabajando ahí, produciéndole riquezas.
Pero
la solución no es tener una ambulancia que vaya de un punto lejano a otro rápido, en un avión, un bote de dieciocho
motores que vaya a rescatar gente cuando sucede la tragedia. Esa no es la
solución, es complicar la solución. Igual en la ciudad. Polos de desarrollo del
capitalismo donde los esclavos nos encontramos arrinconados en las quebradas y
zonas de derrumbe para construirle la ciudad y mantenérsela al sistema. Un
teleférico en el barrio, de bolas que aligera la movilización de los esclavos
cuando vamos a la fábrica, y es sólo posible tenerlo con este gobierno en el
marco de la revolución, que valora a los que vivimos ahí, pero, hay que ser
claros, no soluciona el problema, no busca la causa, sólo ataca la
consecuencia.
La tierra para vivir
La
solución está en abandonar eso, la quebrada, el rincón, la zona de riesgo, esa
es la solución. Entonces pensar la otra cultura tiene que ver con el
territorio, que está en manos de los humanos planificado para el bienestar de
ellos y el saqueo de nosotros.
La
gente normal, que nunca ha sido arquitecto, ni ingeniero, ni un coño, sabe, por
ejemplo, dónde tiene que hacer la casa, un llanero sabe dónde tiene que hacer
su casa, él sabe que hay una época del año en que las sabanas se anegan y una época
que se secan. Él lo sabe. Ahora ¿por qué se
habla de inundaciones como tragedia?, las inundaciones, como tragedia,
no tienen más de cincuenta años en Venezuela, cuando los terratenientes
empezaron a correr sus cercas y robar más territorios y comenzaron a sacar a
los campesinos de los territorios no inundables y empujarlos a las costas, a
las vegas, se fueron arrimando los llaneros, los vegueros, para las costas de
los ríos, para las orillas de las carreteras y quebradas, las autopistas.
Ahí
comenzó la inundación como tragedia. Nos ponemos a vivir en la costa del río,
que fue donde nos dejaron los terratenientes, viene el río y nos arrasó: ¿es
culpa de la gente o del río?, de ninguno, es culpa del sistema de tenencia de
la tierra. Entonces ¿vamos a hacer una carretera y un palafito súper arrecho
para proteger los ranchos de los carajos que viven a la orilla del río?, ¡no!,
estaríamos escoñetando el río y todo un sistema armónico para salvar a un poco
de gente que lo que está es produciéndole riqueza a los ricos. A la final,
estamos multiplicando el problema.
La
solución está en un proyecto de país que entienda que debe picar los alambres
para poder construirse ya no como mina, sino como pueblo mancomunado,
interconectado, que no se debe seguir repartiendo la tierra entre dueños
grandes o pequeños, pobres o ricos, sino que debe ser planificada para vivir y
no para ser cuartel acumulador de riquezas.
Hay
que dejar el río y sus orillas como tienen que estar, la solución está en
eliminar el sistema de propiedad sobre la tierra, eso no debe existir y no se
trata de repartirla entre los pobres, es eliminar el sistema de propiedad y
crear un sistema de trabajo colectivo sobre la tierra.
Valorar
una cultura que inventó una gente, porque se dieron cuenta, estudiaron eso,
nunca fueron a una universidad, pero eso lo estudiaron. Donde un carajo llega a
un monte con animales, lo primero que hace, cuando pasa la noche, ve para dónde
se arriman los animales y donde ellos ven que se arriman lo animales, ahí hay
que hacer la casa, porque ahí es donde hay menos plaga, menos bichos.
Ven
también dónde no se inunda en invierno y ahí construyen la casa y dejan otros
espacios para cría y siembra, donde se anega, donde se rebosa el territorio.
Porque
la inundación, de manera natural, nunca es una tragedia, por el contrario, es
una condición favorable a la tierra, porque los ríos se desbordan e inundan las
sábanas, preñándolas de comida, de nutrientes, de peces. Que, en una cultura
que piense en la armonía y no en el saqueo, perfectamente pueden ser
utilizables para la alimentación de millones de seres, incluidos nosotros, la
gente.
Entonces,
el transporte sería para el viaje, para el disfrute, para el conocimiento, para
el compartir, haciéndolo lo más cómodo posible, pensando como gente, con el
menor gasto de energía posible. Pero a este sistema y a los dueños, a los
humanos, no le interesa la gente, sólo la mercancía (y la gente como mercancía
viva) y el transporte termina siendo concebido como traslado de botín.
Vemos,
por eso, que muchos pueblos, caseríos, que se encuentran arrinconados, terminan
en el olvido, porque al capitalismo le es muy costoso mantener un sistema de salud,
de educación, de transporte, en esos sitios. La única manera que garantiza el
transporte el capitalismo, como mínimo necesario, es donde todavía hay una mina
explotable y ahí usan toda la energía necesaria para trasladar mercancía y
esclavos (mercancía viva), y entonces gastan millones de caballos de fuerza en
aviones, avionetas, camiones. El resto lo echan a morir. Pero como ya la gente
tiene la información comercial, por ser mercancía viva, reproduce todo el
sistema capitalista en su pequeño caserío, como si nunca hubiese pasado, como
si nunca hubiesen huido de la guerra, del saqueo y del robo de algún hecho por
algún terrateniente, así montan negocios, abastos, peluquerías y listo.
Por
todo esto, el transporte debe ser pensado por y para la gente, una vez que se
haya pensado el territorio y cómo vivir en el.
[1] Un millón ciento sesenta mil
personas mueren todos los años en accidentes de transito, una persona cada
veintisiete segundos, esto sin contar las victimas que quedaran lisiadas de por
vida.
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