viernes, 26 de septiembre de 2014

Es la ética en el cuerpo la que fortalece una idea

Con la moneda del dueño, con esa se puede pagar en el mundo entero, es la misma lógica de la hacienda que tiene su propia ficha de canje, pero llevado al mundo entero. Las únicas monedas son el dólar, el euro, el yuan o el yen, porque son pocos los dueños, los máximos dueños, es el mismo principio. El planeta entero es una hacienda, por eso la inflación, la especulación, eso no tiene solución, ni que vengan cien millones de economistas, contadores o administradores, ni magos, ni académicos, ni que la estudien de mil maneras.
La solución está en quitarle la hacienda al dueño y experimentar. El directorio  revolucionario en la medida de lo posible, pudiera estudiar la opción de realizar experimentos de distintos tipos, a fin de promover el pensamiento sobre la necesidad de la otra cultura, debe desarrollar planes a cinco, diez, veinte, treinta años, de acuerdo con lo planteado. Planes donde el objetivo no sea el logro del beneficio financiero, la acumulación de la plusvalía, los resultados ya conocidos. Donde, por ejemplo, la comuna no sea sólo una unión de barrios, sino un experimento en territorio nuevo, con una determinada cantidad de gente, con planes productivos que asuman casa, comida, ropa, sistemas de salud distintos a hospitales, clínicas u otros ya conocidos en el capitalismo, sistemas de estudios fuera de la lógica de la compraventa; experimento sobre la administración y el trabajo colectivo.

Por otra parte, en el entendido de que esos experimentos están o corresponden a una etapa de transición, y que su financiamiento debe asumirlo el directorio revolucionario,  no es posible construir la otra cultura por vía del trabajo voluntario, sino por financiamiento generado por la plusvalía que nos roban los patrones a nosotros los pobres, los que trabajamos y que producimos la riqueza que no las roban, a través del sistema capitalista de producción.

El socialismo debe ser financiado, no sigamos administrando al capitalismo, no sigamos entregando la vida al moribundo, somos los pobres quienes mantenemos al putrefacto, dejemos de hacerlo. Es el tiempo del comencemos a trabajar para nosotros mismos y lo que se dé ahí, no tiene que estarse vendiendo, eso es de la gente que trabajó.

Como decía un amigo en las costas del Orinoco: nosotros trabajamos estas costas, sembramos algodón, sembramos yuca, sembramos granos, todo lo que se da en el verano y, bueno, eso es nuestro, mientras sembremos esa costa. Si dejamos, por lo menos, un año de sembrar esa costa y viene otra gente y la siembra, es de ellos y eso es lo correcto. La tierra no es de nadie, la tierra es de quien la trabajó en ese momento. No es que le pertenece, le pertenece el producto de su esfuerzo, pero no la tierra.

¿Cómo la tierra puede ser de alguien, si la tierra existía antes que nosotros existiéramos? Por el contrario, somos de la tierra, que es distinto, ahí es donde nosotros tenemos que conversar y profundizar como pueblo esas conversaciones. Así era todo, antes no existían ni celulares, ni blacberrys, ni camionetas, ni tractores, nada de eso existía y por eso la gente no dejó de vivir.

¿Qué pasa? que para mantener ese mundo de maquinarias, tenemos que destruir la tierra. Y ¿Qué es lo que estamos destruyendo? ¿Al planeta? No, porque el planeta es un circuito cerrado, de aquí no se va el agua o el aire, ni nada de eso, lo que estamos destruyendo son las condiciones de vida que hacen posible la existencia de nuestra especie.

Porque si se hiciera una máquina no habría problema, el problema es que se hacen miles de millones de máquinas, por la ambición que embarga a lo humano. Pero su prepotencia nos hace creer que es lo demás lo que se daña y no nosotros.

Por eso vemos los negocios de la hipocresía, sembrando árboles, criando peces o reptiles, para y que recuperar especies o ríos o mares o montañas, cuando detrás de esas fundaciones y ONG's, se esconden las grandes transnacionales que, en función de sus ganancias, destruyen lo que consiguen a su paso y luego se lavan la cara pagándole a los come flores su acción.

Porque literalmente son un ejército que avanza desde hace quince mil años o más, huyendo del hambre, el miedo y la ignorancia, que hoy le sigue justificando su crimen y su robo. Sus aparatos de propaganda, ayer en nombre de dios, hoy en nombre del progreso, la civilización y otras bolserías humanistas, justifican toda la destrucción ocurrida. Nosotros en este tiempo revolucionario, bajo ninguna circunstancia, podemos seguir avalando la destrucción de esos espacios, sin entender que lo que debe desaparecer es este sistema de producción, que para lo único que sirve es para acumular naturaleza muerta, con el sobrenombre de riqueza.

Si lo humano desapareciera, todos los ríos se recuperarían, serían limpios otra vez y aparecerían pescados por todos lados. Los ríos esos que vemos en las ciudades, llenos de mierda y de basura, esos se volverían a limpiar en cinco años. No hacen falta ONG's, sino que el concepto humano de vivir, desaparezca.

La segunda guerra europea del siglo XX, duró cinco años. Antes de la guerra no había peces en los mares de Europa, como no hay ahorita. En cinco años de guerra que no se pescó, terminó la guerra y volvieron a pescar  en los mares de Europa.

Entonces la discusión es ¿Cómo nosotros, que somos seres biósferos (que vivimos en la tierra, sobre la capa vegetal),  hoy vivimos de la Litósfera (que está debajo de la biosfera, del petróleo, de la minería, en su conjunto)?

Es  que por ese afán de tener riquezas, los humanos masificaron la guerra, y la guerra necesitaba grandes máquinas, mantener ejércitos, desarrollar vainas arrechísimas, hacer puentes para cruzar ríos, máquinas, para desviar ríos. Porque los criminales, ladrones, necesitaban conducir ejércitos, para sorprender a otros criminales ladrones. O a culturas que, no siendo guerreras, tenían abundancia de materias primas. O territorios que le impedían su paso, para poder seguir invadiendo y destruyendo.

Así desviaron ríos, dinamitaron montañas, quemaron bosques enteros, así destruyeron todo y comenzamos a vivir de la litósfera, de la piedra, de lo que está abajo, del mineral, para construir todas esas máquinas de destrucción, esas ciudades-cuarteles de la guerra y esa vaina ha ido contaminando las condiciones de habitabilidad de la especie.

Eso tiene que ser eliminado. Nosotros no podemos pensar que es que la gente vive así, no, no siempre la gente vivió así. Todo pueblo que aspira ser ciudad y que, por una u otra razón, se desarrolla, inmediatamente empieza a ser igualita, (la infraestructura, la distribución) a las demás que ya han sido desarrolladas.

Y no es porque la gente de San Carlos se puso de acuerdo con la de Barquisimeto, ni la de San Felipe discutió ni diseñó el territorio junto a los de Valencia, ni los de Punto Fijo con los de Maracaibo, sino que hay un esquema de desarrollo, propio del capitalismo, que nos condena a repetir el mismo edificio, la misma plaza, el mismo centro comercial, el mismo malandreo, el mismo parque y cementerio, la misma licorería y botiquín, el mismo río cagao, el mismo barrio abarrotao, la misma urbanización forrada en vigilantes y aparatos de seguridad.

Nosotros tenemos es que diseñar una cultura amable, donde podamos vivir, donde podamos ver a una persona pasar y saludarla, sin miedo a que nos vaya a dar una puñalada, un golpe, un empujón. En los pueblos pequeños todo el mundo se conocía, la gente no tenía miedo porque todo el mundo se conocía, pero en una ciudad usted no conoce a nadie y usted anda, mas bien, “que no me miren, no vaya a ser que un tipo me empuje, me dé una puñalá, me de un tiro”, porque la ciudad es inhóspita; contraria a la gente, es la ciudad.

La ciudad es, más bien, un gran anaquel con mercancía almacenada y distribuida por su valor en el mercado. Una vaina monstruosa, llena de edificios mercancía, llenos de gente mercancía, que acomoda, selecciona y cuenta mercancía; con carreteras y autopistas mercancía, trasladando carros mercancías, llenos de mercancías; mercancías que se colocan en estacionamientos mercancías, y galpones mercancías y puertos y aeropuertos mercancías, llenos de mercancías; todos ordenados por gente mercancía, que manda a gente mercancía; que luego de exprimidas se alojan en casas mercancías; ubicadas en urbanizaciones y barrios mercancías. La ciudad mercancía, es un inmenso galpón mercancía, donde nacemos mercancía y morimos de una enfermedad mercancía, y nos entierran en un cementerio mercancía, todos los días mercancía, persiguiendo el sueño mercancía, de la zanahoria mercancía, humanística.

Entonces las ciudades tienen que ser eliminadas. Ahora, ¿la va a eliminar el ciudadano, tal como somos?, no, ¿la va a eliminar el gobierno sacando gente a la cañona?, no, porque la ciudad no es un territorio, es un concepto que se volvió físico, al igual que el capitalismo y, si mil ciudadanos se van a los coñazos de la ciudad, por necesidad y no por conocimiento, lo más probable es que en cinco años creen otra ciudad a donde lleguen.

Si a nosotros nos preguntan si vamos a eliminar la ciudad, nosotros diríamos que no sabemos cómo hacerlo. Si nosotros, juntos, empezamos con el ejemplo, esa gente que se está muriendo todos los días en las ciudades, comienza a ver esos ejemplos y comenzará a decir: “yo no quiero seguir trabajándole a un dueño”, no quiero estar más en una fábrica, yo quiero vivir como viven esos carajos, trabajan menos que yo, no le deben a nadie, no tienen deuda y viven bien, porque tienen gallina, porque tienen pescado, porque tienen chivo, porque tienen ovejo, porque tienen pato, yuca, ocumo, auyama, limón, lechosa, porque tienen comida, tienen unos telares que se pueden hacer de madera sin mucha complicación, para hacer el vestido, para hacer alpargatas, para hacer el chinchorro, vamos a ver cómo es la vaina”. Y cuando venimos a ver, se quedan, buscan fundar, porque a cada uno de nosotros nos vino llamando el ejemplo, no otra cosa. Es la ética en el cuerpo la que fortalece una idea.

Es definitivamente el ejemplo lo que podrá permitir comparar cuál es la vía que queremos como país. Es el ejemplo, lo que nos permitirá construir una opción.

No más humanismo como guía, inventemos con el cuerpo pleno la otra cultura. Todo está por conversar, todo está por construir. Que el miedo no sea más cadena. En lo por nacer, que la consigna sea el cuerpo en trabajo y el dogma, la realidad cotidiana en revolución.


En adelante, soñemos sobre el territorio, sin las miserias humanistas, soñemos sin el látigo en la espalda ni en la mano. Soñemos a los que no conoceremos, soñémoslos fuera de la tragedia que ha sido el humanismo.

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