Veamos
si estamos de acuerdo en que una revolución no se origina por apetencias
personales o grupales, o por necesidad de una clase, o de una ideología, o de una
decisión política o de un gremio; aunque en ese accionar, en ese maremágnum, se
arruinen, mueran, se satisfagan, se encumbren o pierdan el poder personas,
clases o grupos. . Sino que sucede cuando ya toda la sociedad de clases entre
en grado máximo de enfermedad y se ve obligada a sacudirse en todos sus
estamentos, creando una inestabilidad insostenible, en donde todo entra en
cuestionamiento.
Que
una revolución no es un hecho dirigible, controlable, moldeable, por los
actores que en ella intervienen, por herencia, hoja de vida, por arrecho, sino
por quienes comprenden y deciden consumarse en ella sin esperar beneficios.
Que
una revolución no es un acto mágico, bonito, agradable. En donde las personas
pueden actuar como quieran y cuando quieran, sin ser afectadas por sus actos.
Que
una revolución no es un deseo, ni está preñada de buenas intenciones. Que una
revolución no ocurre para salvarnos. Que ésta revolución no es redentora, ni
justiciera, ni libertaria, ni igualitaria, ni fraterna, ni inclusiva, ni
exclusiva. Que la revolución no es lo que soñamos, ni lo que aspiramos, ni lo
que ambicionamos.
Sabemos
en carne propia, que la revolución es un hecho real, de carne y hueso y sobre
todo ésta, que nos involucra. Cuando ocurre, como ocurre, no está en la decisión
de los individuos, aun cuando todos participamos en ella, aun cuando todos
somos o nos tornamos revolucionarios, tanto los que la deseamos como los que la
evitamos. Si algo nos enseña la revolución es que previo a su existencia, los
revolucionarios no existen, aun cuando los luchadores trabajen toda la vida
para que la revolución suceda o no ocurra, aun cuando lo deseen o lo eviten.
Que
en una revolución todos nos hacemos revolucionarios, porque no importa, en que
bando nos asumamos, todos conjuntamente con los conceptos que defendamos
seremos sometidos a la hoguera revolucionaria, todos con nuestros actos
cooperaremos a la trascendencia de la sociedad porque una revolución verdadera
obliga al cambio, la transformación, pero ésta en particular esta estremeciendo
los pilares de una sociedad mantenida por la explotación de la gente, bajo un
sistema violentamente legalizado, que ya ronda los diez mil años.
Lo
real es que las revoluciones irrumpen cuando nadie las espera, es un producto
absoluto de la ignorancia, aun cuando su parto dure muchos años, aun cuando dé
muchas señales previas a su aparición. Pero cuando estallan todo el mundo lo
sabía, y nos volvemos sabios de revolución, todos sabemos que hacer, como
hacer, aun cuando ella nos desmienta hasta la saciedad.
Las
oligarquías del mundo afilan los cuchillos
Lo
cierto es que en medio de ella todas las fuerzas que se confrontan intentan
imponer sus intereses, justificándose en ideologías y pensamientos anteriores a
la existencia de la revolución. Esas fuerzas a su vez producto de su acción
sacuden a los que no tienen intereses históricos, pero que se creen con todo el
derecho de orientar, mandar, obligar, a quienes están en las trincheras de la
historia, esos son los frodos, los esmigol, los Harry Poter de la política en
una revolución, para ellos la revolución es un hecho mágico, que sólo ocurre en
sus cabezas y por tanto todo problema tiene solución sólo en su imaginación, de
acuerdo a como amanecen o la simpatía que sienten o no, por líderes, bandos en
pugna o quien mejor pague.
Esos
son los que deshojan las margaritas diciendo como el señor frodo: ¿deben
ejercer el poder o no deben ejercerlo?, ¿el poder debe ser bueno o malo?, ¿o
soy yo quien debe ejercerlo?, ¿Pero y si me hace mal?
O
como el esmigol: oh mi señor frodo, usted no sabe cómo ejercer el poder, déjeme
ayudarle, que yo lo quiero mucho, pero cuando le descubren su doble
personalidad, entonces cambian y comienzan a vomitar pestes y culebras
condenatorias. O los Harry poter que creen resolver todo con una varita mágica.
Los
pobres debemos tener claro en la actual circunstancia revolucionaria, en donde
como dice Maduro “Las oligarquías afilan los cuchillos”, que mientras no
diseñemos la política que elimine la explotación, y podamos prefigurar la otra
cultura que sustituya a la cultura capitalista, debemos estar con el directorio
revolucionario, sin dudas, con el entusiasmo de quienes sabemos vamos a
trascender la historia para ser gente, porque ésta revolución superará las ya
conocidas en la medida que nuestra participación sea obra del conocimiento y no
de la necesidad.
Debemos
saber que millones de pobres en el planeta han muerto por aumentar el mísero
salario, en esta hora revolucionaria superaremos esas luchas y a quienes nos
manipulan, y pretenden hacernos ver, como siempre ha ocurrido, que el trapo
rojo del gobierno es el causante de los males, pero por el conocimiento que nos
permite esta revolución sabemos que es la fábrica como sistema productivo la
que nos obliga a ser esclavos y que la dirección revolucionaria que hoy dirige
al gobierno es la garantía para que los pobres dejemos de ser lo que somos y
podamos planificar políticamente lo que decidamos ser, sin ideologías ni
mágicos pensamientos.
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