viernes, 26 de septiembre de 2014

Los tiempos revolucionarios

A tarascazo limpio

Toda información que viene de Estados Unidos, de Japón, es de derrumbe, de quiebra, de miedo, que se están cayendo, que Europa está escoñetada. Allí no está ocurriendo nada como no sean los síntomas de la muerte de lo quieto, que estallará en millones de pedazos. Eso indica que hay un tiempo revolucionario ocurriendo. Pero los tiempos revolucionarios no son como hemos pensado equivocadamente que son: que hay un movimiento arrechísimo, dirigido por un partido arrechísimo.

Aquí en Venezuela, por ejemplo, esos que se hacen llamar vanguardia, que van a salvar a las masas de su propia ignorancia y tal y cual, a ninguno de ellos la gente le hace caso. Estamos realengos, eso no quiere decir que desunidos o desorganizados, pero los políticos tradicionales, los que siempre nos usaron, de izquierda o de derecha, los oportunistas, los sabios, todo el mundo intentó, meterle atarraya, redes, chinchorros, a este cardumen compacto, que somos el pueblo.

Lo que no saben es que este cardumen tiene cuchillo, navaja, machete y la intuición de que esas redes ya estaban podridas, y se van cortando las redes que nos lanzan, que intentan contenernos, somos los propios caribes que a tarascazo limpio vamos escoñetando redes.

Ahora piensan que esto es un desastre, que esto no es una revolución, que aquí no se cumple al pie de la letra, lo que su enciclopedia ilustrada dice, sobre lo que una revolución debiera ser, y que los pobres seguimos siendo brutos, porque no los seguimos como antes.

Pero en una revolución las clases nos organizamos de acuerdo con las circunstancias. Por ejemplo, para nosotros el PSUV es una maquinaria electoral, que nos sirve para el propósito de ganar elecciones, y eso como clase lo sabemos, como también sabemos que en tiempos de no confrontación electoral nos vemos obligados a asumir otras formas orgánicas, para cumplir las otras tareas. Eso lo sabe el directorio revolucionario.

Debemos pensar en crear y fortalecer formas orgánicas para dar respuestas cotidianas a los detalles de la revolución, formas orgánicas que no sean oficiales, que no obedezcan al pasado, que sean dinámicas como exigen las circunstancias, formas orgánicas para cumplir infinitas tareas, la propaganda, la investigación, la experimentación, la formación, la producción, el arte, en donde los pobres podamos desarrollar las inmensas capacidades que, colectivamente y en condiciones favorables, somos capaces de crear. La historia así lo ha demostrado. Formas orgánicas que nos acepten y que aceptemos, siempre en la disposición de no convertirlas en eternas, sino en necesarias, de acuerdo a la circunstancia.

En esta revolución, hay tareas que parten de interrogantes y que requieren de experimentos, donde todos los partidos pasan a ser entelequias, pasan a ser instituciones muertas, cadáveres, como todo, todo lo que está institucionalizado, iglesias, fábricas, escuelas, cárceles, cuarteles, universidades.

Todas esas instituciones se mueven en la contradicción que se genera con la revolución. Si bien el psuv es una entelequia como origen (El partido moderno, ya pasa los cien años en todas sus variantes, de cuadros, de masas, clandestino, semiclandestino, que también está siendo cuestionado por la hoguera revolucionaria) como lo es el ejército, como lo es la iglesia, como lo es la escuela, en su seno, hay una contradicción que igualmente le ocurre a todas las instituciones en medio de la revolución; donde hay gente que quiere acomodarse, que  no quiere que ocurran más vainas, que quiere hacer negocios, otros que piensan que la revolución es darle casa a la gente, carro, estudio, cargos, sin cobrar unos y cobrando otros por los favores, otros que quieren con buenas intenciones que se haga justicia.

Asumamos el abismo con sinceridad

Pero los carajos nunca se imaginan, que la revolución es, un hecho destructivo, que se está produciendo en la cultura humanística, porque está extremadamente enferma, y eso hace que toda la sociedad se confronte, se mueva, se diluya, se vuelva trágica toda su relación. Hay otro sector que entiende la necesidad de crear, de pensar, de experimentar, de construir lo distinto, y hay otro sector que lo único que quiere es que alguien le resuelva todo sin hacer nada, que son los del pensamiento mágico en el seno de la sociedad.
Una señal principal de que hay una revolución no es lo bonito, sino más bien lo feo, el derrumbe, porque eso es lo que es una revolución, una revolución no es un acto bello, no es un acto hermoso, si fuera verdad que la revolución generara actos hermosos nos preguntaríamos, ¿dónde está el arte de esta revolución?, el arte que estaría mostrando esta revolución debería estarse produciendo en este momento, sería una vaina arrechísima, pero el arte que se está transmitiendo ya existe, sus formas son viejas, repiten, el poema, la canción, la pintura, el teatro todo eso ya existe, se compra y se vende, no hemos inventado nada y la mayoría queremos hablar de lo bonito, pero lo seguro es que habrá un arte que expresará la tragedia y para cuando la sociedad se cure, es decir, que construya otra cultura, la sociedad expresará a través del arte esa otra manera de vivir, de comprender, de estar en la realidad.

Pero ese repetir es parte de la revolución, son las contradicciones permanentes, en ésta en particular, donde las vitrinas del humanismo se quiebran, se caen los santos de las tarimas pero la fuerza de la costumbre nos lleva a querer remendar los vidrios, vestirlos de rojo, en vez de terminar de pulverizarlos. Eso es parte de estos tiempos revolucionarios que vivimos, la contradicción, en todos los extremos; es su verdadero ser.

Un ejemplo de que aquí hay una revolución, es que acción democrática antes de los diez años ya era un partido de acomodados y unos seguidores frustrados y copey y todo los demás partidos ya eran una vaina vieja, acostumbrada, cansada, corrompida, jodida, selectiva diciendo siempre las mismas cosas. Pero este gobierno lleva catorce años de los veinticinco en revolución y ahí está llevando coñazos, ¿Por qué? porque no se trata de darle comida a la gente, casa y vainas para que seamos, felices para siempre y colorín colorado, porque la revolución, por su misma condición, impide que nos acomodemos.

Porque aunque se nos de comida y vainas, por ejemplo, si no estuviesen las condiciones mundiales en las que está el imperio, como están las trasnacionales, a este gobierno lo hubiesen tumbado muy rápido, porque no es sólo la visión y el esfuerzo de Chávez, que entiende que se deben cambiar las instituciones para que se fortalezca lo que ocurre aquí, sino que también debe ocurrir en todos los países. Por eso todos sus viajes, por eso todo su trabajo diplomático, esa cantidad de trabajo de convencimiento, toda esa intensión de mantener a todo el mundo trabajando en función de un hecho, tratar de convencer a muchos líderes en el mundo de que ellos no tenían otro camino porque el marco revolucionario los iba a escoñetar, porque es que la revolución está arrasando con España, con Rusia, con Japón, con Estados Unidos, con todo, está cuestionando todo. Y es ahí, donde Chávez es un gigante, cuando comprende a la perfección qué carajo es el capitalismo y sus contradicciones actuales y desenmaraña todo el tejido de la propaganda capitalista y logra reunir a todos los malos de la película, a los bandidos a fin de poder detener la satrapía de los cándidos humanos, mientras la izquierda interna y externa lo condena por reunirse con dictadores; ¡brujas! ¡bichos! ¡lagartos de rabo largo!; siempre mal informando, siempre rotando cagalera a los tipos, por la limosna capitalista; la que les permite la comodidad del tobo de mierda en que viven, deshojándose el ombligo en nombre del mucho amor que nos tienen.


Y es ahí donde debemos, como pueblo, (en lugar de salvar vidrieras, de agarrarnos de lo que creemos bonito, para evitar el cuestionamiento de esta revolución) asumir ese abismo, no buscar salvar un coño que no tenga fuerza propia para mantenerse de pie y valorar la sinceridad de estos tiempos cuando nos muestra nuestras miserias y todo lo feo en que nos volvió el ser humano y su cultura, para pensar cómo asumir eso de ser gente cuando se piense y se construya el tiempo calmo.

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