viernes, 26 de septiembre de 2014

Mataron al tigre y le tuvieron miedo al cuero


Cuando un blanco está comiendo
Con un negro en compañía
O el blanco le debe al negro
O es del negro la comida.


Cuando un blanco está comiendo

Todo el mundo bello, estudiado, sabio y decente de este planeta, le pide a los líderes del gobierno en revolución, que abandone el poder, los de izquierda y los de derecha. Sus argumentos son aplastantes: “Dejen que nosotros gobernemos, porque nosotros sí sabemos de eso”. Eso es recurrente en la historia, nunca había sido distinto. La diferencia con el hoy revolucionario, es que los pobres sabemos que el ejercicio del poder en manos de este directorio, con Maduro y Diosdado a la cabeza (aunque sea desde el gobierno) es tener el látigo, circunstancialmente, lejos de nuestras espaldas.

Nosotros los pobres, sobrevivientes de todas las tragedias, creadores de lo habido y lo por haber; de los que nadie puede decir, sin ser calumnia, que somos echones o prepotentes. Nosotros, obedecedores de órdenes sin querer o queriendo, soñadores con ser dueños, enfermos hasta el extremo de esperanzas e ilusiones, atragantados de religiones, ideologías, dogmas, usos, modos y costumbres de la tradición esclavista; sostenedores del poder, sin saber quién lo ostenta, pero sostenedores en últimas. Soldados de todas las batallas y guerras que los dueños han impuesto, perseguidos en toda la historia, juzgados culpables de todo crimen que favoreció y favorece a los dueños; culpobres. Productores y trasladadores de todas las riquezas, seguidores de cuanta idea se le ocurre a los mandamás, cuerpos para los experimentos de cuanta droga inventan para vendernos. Arrinconados para beneficio de los humanos, en todas las orillas, cerros, vegas, desiertos, montañas, carreteras, puentes, autopistas de este planeta. Dadores de placer sexual, sin sentirlo, latigueados, empalados, ahorcados, arrastrados, presos, fusilados.

Declaramos que esta es la única forma en que hemos conocido al poder objetivamente. Los pobres lo hemos sufrido siempre, nuestros lomos saben en demasía del PODER. Nuestras pieles son las hojas de un libro abierto que cuenta a gritos silenciosos lo que es el PODER. Los abuelos, padres, hijos, madres, lo supieron y nosotros sabemos, como clase, aunque sea de forma instintiva, lo que es, y que sólo sirve para dominar, acumular, dirigir, joder, imponer, esclavizar, asesinar, definir, escoñetar, aplastar, violar, vejar, humillar, chapear, someter, empobrecer y reprimir.

Ya que él, para existir, necesita de una ecuación perfecta y la misma se compone de los que lo poseen y de los que no lo poseen.

Con un negro en compañía

También sabemos, por tragedia propia, que los sanos de espíritu, los perfumados, los magnánimos, los civilizados, los lógicos, los formales, los serenos, los educados, los preparados, los estudiados, los dulces, los nobles, los refinados, los intelectuales, los bien vestidos y bien comidos, los sabios, los doctos, los universitarios, los maestros, los bien hablados, los ecologistas, los tecnócratas, los héroes. Los sacrificados, los mártires, los libertarios, los iguales, los fraternos, los humanistas, los globalizados, los neos de cualquier tipo, los fascistas, los nacistas, los nacionalistas, los internacionalistas, los sionistas, los pacíficos, los políticos, los académicos, los dueños de las artes y las religiones, los dueños del privilegio, del mundo y la palabra; los que nos han condenado en su nombre y placer a vivir en la miseria; que ellos nos han gobernado siempre.

O el blanco le debe al negro

Por ejemplo, en Venezuela, desde cuando Gómez, para hablar de historia reconocida y de hechos sucedidos a vista de todos, todos sus ministros fueron personas preparadas, graduados en universidades hasta de otros países, en lo concreto de Europa; hasta de Chile trajeron entrenadores entrenados en Europa para entrenar al ejército (porque aquí nunca nadie había derrotado a Europa en una guerra de independencia). Con López Contreras sucede lo mismo, también con Medina Angarita, con Gallegos ni se diga, hasta el presidente era un reconocido intelectual. Pérez Jiménez, entrenado en Perú, se rodeó de una pléyade de académicos, al punto de que su policía principal fue contratado por la policía francesa y se mantuvo como un jefe importante hasta los días de su muerte en parís.

Con Betancourt y Leoni gobernó toda una intelectualidad surgida y curtida en las luchas de su época. Díganos el doctor caldera, hasta hablaba inglés; con Carlos Andrés se reunieron lo mejor de la intelectualidad y la crema y nata de la tecnocracia y así seguimos con Luis Herrera, Lusinchi, de nuevo Carlos Andrés, de nuevo Caldera. Es un gran intelectual el que le da el indulto a Larry Tovar Acuña, el narcotraficante.

También en la revolución no han dejado de gobernar gente preparada, decente, universitarios, académicos, todos pasados por la gloriosa casa que vence las sombras; no hay ministerio que no tenga en su haber, desde cuando Gómez, a un prócer, intelectual, académico o mínimo universitario, hasta las y los secretarios eran y son universitarios, no importa si públicos o privados, locales o extranjeros.

En todo gobierno, la gente que ocupa importantes cargos, es muy preparada, educada, decente, habla con tranquilidad, con ponderación, mide cada palabra pronunciada. Nunca les escuchamos, en público, expresarse en ese lenguaje de secretarias, de vigilantes, de bedel, de buhonero, de caletero, de pescador o campesino o de cualquier otro trabajador. Ese trueno, ese desparpajo en el decir, no es su fuerte, hay demasiada decencia, no hay ofensa alguna cuando nos botan o nos ordenan o nos obligan, no señor, todo está en su justo lugar, como siempre ha sido y, según ellos, debe ser.

Pero la revolución, ¡ay! la revolución, nos explica que todo el patuque, lo que llaman el mal gobierno, el robo, la corrupción, las interminables obras, las macro-empresas, las monumentales tragedias ocurridas, todas las guerras, todas las hambrunas del planeta, todos los ríos desviados, los mares contaminados, las montañas destruidas, los desiertos creados, son obra de esos señores. Todas las armas químicas bacteriológicas, de destrucción masiva, no son de Husein o de tal o cual chivo expiatorio, son pensadas y fabricadas por estos mercenarios de la muerte. Todo el caos urbanístico y fabril es obra de los muy sabios, todo el recalentamiento global es su obra. Son los científicos, los académicos, quienes crean los plaguicidas, los herbicidas. Pero después del muerterío salen a llorar con el conocido, “yo no sabía” “yo era inocente de esa atrocidad” No existe en el planeta hoy, ninguna plaga, ningún azote, ninguna epidemia, o pandemia, como dijera el padrino, o manque sea una fiebrecita, que no tenga que ver con los preparados. Los mismos señores y señoras de la alta educación, de las decentes familias, de la sociedad civil, de los que no quiebran un plato, de los que tiran la piedra y esconden la mano.

Nunca los campesinos, los obreros, las costureras, los pescadores, las cocineras, hemos contaminado un río, nunca hemos organizado ni dirigido una guerra, jamás hemos por decisión propia invadido a otro pueblo. 

O es del negro la comida

Pero a la hora de culpar, si señoras y señores, los pobre somos el comodín para lo que usted quiera. Ellos dicen: “debemos cultivar masivamente porque si no los pobres se mueren de hambre, debemos tener todas las tierras, para alimentar al ganado, porque sino los pobres se mueren de hambre, debemos destruir todos los bosques y los ríos para buscar petróleo porque si no los pobres se morirán de frío, debemos fabricar más ropas y más calzados porque los pobres no pueden andar desnudos y descalzos, debemos crear carreteras y autopistas y aeropuertos y puertos y carros y camiones y gandolas y barcos y aviones y trenes y helicópteros, porque si no ¿cómo les llegan las cosas a los pobres?”; también dicen: “si no hacemos fábricas, ¿cómo trabajan los pobres?, si no hacemos estadios ¿cómo se divertirían los pobres?, sino fabricamos y vendemos drogas, ¿cómo se calmarían la ansiedad los pobres?,  si no fabricamos hospitales ¿cómo se curarían los pobres?, ¿a dónde mandaríamos a los pobres que se enferman en las fábricas?, perdón, en la fábrica no, es solamente que se enferman”.

No hay nada que no sea su obra, su hechura, su pensamiento, su concepto, su necesidad, pero, a la hora de la tragedia, eso es culpaechave, los ignorantes y Maduro, es decir, nosotros los hijos de las elbas, las juanas y los ramones, como dice el rap de kiko.

Pero entonces se preguntan “y si no hacemos kinder, y preescolares, y escuelas primarias y secundarias, universidades, academias, casas de culturas, escuelas de artes y todos los otros medios de publicidad, ¿cómo los pobres nos creerían?, ¿cómo podrán mantener sus ilusiones de ser ricos?, ¿cómo se disciplinarían?, ¿cómo obedecerían?, ¿cómo creerían?, ¿cómo se repetirían como esclavos?; no, no, no, eso no se escribe, ni se dice, ni se transmite así, debemos ser precisos en el lenguaje, se debe decir: ¿cómo entonces les llevamos el conocimiento a los pobres para que se culturicen?”.

Pero tranquilos, no se preocupen más por nosotros. Hoy, en medio de la revolución, sabemos los pobres (porque ellos siempre lo han sabido), que no es por falta de conocimiento que gobiernan el planeta como gobiernan, sino por el mucho conocimiento que tienen. Por eso saben que mientras más griten “allá va el ladrón”, más esconderán su látigo. Por eso se esgañitan condenando a Chávez y a Maduro, pero a quien más insultan es a nosotros, porque ahora nosotros también sabemos, que fueron ellos los que siempre gobernaron para su gran o miserable beneficio.

Lo único que de verdad lamentamos, es que la izquierda, la que debería estar a nuestro lado con la sencillez pregonada, la que tanto nos pidió que lucháramos y nos llevó a callejones sin salida para hacer una revolución, ahora esté en contra de lo que tanto propagaron. Pero no podía ser de otra manera. La actual revolución ocurre porque todo él concepto social está cuestionado, todas sus ideas, todos sus hechos, mal puede salvarse una construcción ideológica y partidaria como la izquierda, que sobrevivió organizada en los mismos esquemas en los que se organizó el sistema que tanto cuestionó; que creyó en los mismos esquemas de vida del humanismo, sin cuestionar sus resultados, sino deseando vivir las mieles que de la tragedia deriva para unos pocos.


¡Que vaina carajo!, Mataron al tigre y le tuvieron miedo al cuero.

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